Jorge:
Tengo una idea para un cuento
Alicia:
¿Cuál?
Jorge:
Llega un tipo borracho a una habitación de un hotel de medio pelo. La cama es muy vieja y la colcha es de un color púrpura q no logra esconder el hecho de no haber sido lavada en mucho tiempo, el papel tapiz que cuelga débilmente de las paredes conserva un estilo clásico cargado de figuras campestres, muy usado por allá en los años cincuenta, revela algunas grietas producto de la humedad. La alfombra no se queda atrás, sus manchas de colores improbables contrastan maravillosamente con el resto de la habitación dándole un tono lúgubre y pestilente.
Al tipo sin embargo no parece importarle el estado de la habitación. Se acuesta sobre la cama, deja caer una botella de algún licor irreconocible y prende el televisor q naturalmente tiene solo un canal en blanco y negro. A continuación saca del bolsillo de su traje (había estado en algún lugar q requería el uso de traje) una caja arrugada de profilácticos, y luego de verlos con desprecio, los lanza contra la cómoda mientras deja escapar un suspiro lastimero que sugiere descontento por aquelacontecimiento que nunca aconteció.
Momentos después llaman a la puerta con particular premura. Se toma unos segundos y piensa q su velada no iba de la manera que esperaba y que tal vez detrás de la puerta se encontraría con algo que pudiera diferenciar esa noche del resto de noches en las que seguramente había vuelto a habitaciones iguales en circunstancias iguales.
La puerta vuelve a sonar esta vez con mayor insistencia. El tipo salta de la cama sin saber que en algún lugar de la ciudad su esposa lo espera como todos los jueves en los que el (y esto es lo que siempre le dice) tiene q trabajar hasta tarde.
Jorge:
¿Me sigue?
Alicia:
Si, adelante.
Jorge:
¡¡Precisamente!! Eso es lo que contesta el tipo luego de abrir la puerta y encontrarse con una mujercita menuda que lleva puestos unos tacones rojos como sus uñas y que no esconden el hecho innegable de su (y perdón si no existe la palabra) menudéz (la mujer menuda es aquella cuyaestatura está por debajo del promedio latinoamericano)
La mujer, que no revela más de 25 años le pide con una respiración exaltada y lágrimas en sus ojos que la deje entrar. El tipo, dada las circunstancias piensa que la noche puede cambiar su triste matiz. –Adelante– contesta–, tranquilícese, ¿cuál es el problema?–. Ella lo empuja bruscamente y cierra la puerta, asegurándola con el cosito ese con que se aseguran las puertas en los hoteles de medio pelo.
El tipo le dice varias veces q se calme y alarga la mano hacia la botella q yacía inerte sobre el suelo. Ella no escucha sus palabras porque su oreja está presionada contra la madera de la puerta y sus ojos se encuentran fuertemente cerrados, como queriendo escuchar cualquier sonido q deje traspasar ese rectángulo inerte y divisorio. El tipo, ahora un poco preocupado y reprochándose ya el helecho de haberla dejado entrar, le repite, –tranquilícese, que le pasa –.
Ella lo calla con un sonido particular producto por una combinación de dientes, labios, dedo índice sobre los anteriores y ojos cerrados, algo así como un –shhhhhhhhh–. Y a continuación le dice en voz baja, –escuche…
.
El tipo con el pecho algo agitado presiona también la oreja contra la puerta y la observa a ella con ojos inquisitivos mientras escuchan unos pasos firmes y cautelosos que parecen querer hacer el menor ruido posible. Son unos segundos asfixiantes, largos como las pestañas de la mujer… el tipo con su oreja roja ya por la presión ejercida contra la puerta, se toma el tiempo de obsérvala detenidamente. Sus ojos, debajo del rimel corrido revelan un color parecido a la miel, no la de frasquito sino la de panal. Sus labios trémulos de un rosado vibrante desentonan completamente con la blusa de leopardo manchada de un color carmesí que bien podría ser sangre de un crimen cometido dos noches atrás.
–Ya se fue– le dice ella mientras se limpia los mocos q le fluyen copiosamente por la nariz.
– ¿quien?, ¿Usted en que esta metida? – le pregunta el tipo.
–Nadie… y no pregunte más– contesta ella mientras desenvaina un cigarrillo de color marrón que al contrario de sus labios, va muy bien con su blusa de leopardo. – me gustan sus gafas, ¿tiene un fósforo? –
El tipo acomodándose las gafas le pregunta, pero ¿Cómo que no la sigue nadie?, ¿es eso sangre lo que corre por su falda? – (no es una falda, es una desagradable mini de jean, pero al tipo le parece inapropiado entrar en esta clase de detalles)
–Si, pero no es mía no se preocupe, ¿tiene un fósforo? –
–qué no es suya, ¿La sangre no es suya? –
–No, la falda no es mía, que si tiene un hijueputa fósforo –
El tipo ya con su cara empapada de sudor se busca los bolsillos y saca un encendedor que le habían regalado en foto japón el día que reveló las fotos del cumpleaños de su esposa, y la vez que le enciende el cigarrillo, le pregunta –Que putas está pasando!! déjese de maricadas!!–
La mujer, luego de aspirar una larga bocanada de humo y soltárselo en la cara le dice, –gracias por dejarme entrar, tuve un rollo con una gente pero ya todo está bien, no se preocupe, tómese un trago–
El tipo ya al borde del desespero se apura un gran sorbo de licor directamente de la botella y luego mira a la mujer que se sienta lentamente en la cama mientras lo observa burlonamente. El la observa con asombro y se abstiene de pronunciar palabra alguna….
Ella se quita los tacones y levanta lentamente los pies juntos recostándose sobre la cama y dejando a la vista del tipo una pequeña porción de su calzón negro. Tranquilo, ya pasó… acérquese.
El tipo lo piensa por unos segundos y le dice… en otro momento no lo habría dudado, pero usted es una desconocida q entró a mi cuarto para esconderse de alguien y su ropa está manchada de sangre. ¿Y así quiere que me acerque?, ¿así nada más?
Todo el mundo que usted conoce fue un extraño alguna vez. Si es por mi ropa no se preocupe, como le dije no es mía, ni la ropa, ni la sangre. Además no me estaba escondiendo, solo quería que me dejara entrar, me pareció una buena excusa y como vi venir al mesero pensé q sería divertido, y aquí estamos yo no me siento una extraña. Usted no lo ha sido para mí desde que vi esas gafas en su cara, pero si quiere me voy.
El tipo se apuró otro sorbo de licor, pero no se apuró en responder…
Jorge: ¿le gusta la idea?
-Alicia asiente en silencio. Deja salir una inocente sonrisa. Ahora piensa si será buena idea contarle lo que siente cuando ve sus gafas. –
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