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síncope ventricular

Se abren las puertas del Transmilenio en la estación de la avenida Jimenez, se sube un perro. El perro deambula hasta el final del bus, espera dos estaciones y finalmente se baja en la calle 22. Alicia al verlo bajar, piensa que le habría ido mejor si hubiera tomado la ruta D70 que solo para una vez.

Alicia va caminando y ve una moneda en el piso. Recuerda a su abuela diciéndole que es buena suerte encontrarse una moneda, solo si el lado del sello está hacia arriba. Se agacha y observa la moneda, está del lado de la cara. Permanece inmóvil por unos segundos, le da la vuelta a la moneda, la deja en el mismo lugar y sigue su camino.

Eran las 9:30 y llovía afuera, él miraba a Alicia recostada sobre su pecho, ella le devolvía la mirada. Ambos pensaban que podrían pasar así el resto de sus vidas. Alicia recuerda esta escena y siente como su pecho se recoge, esa fué la última vez que se vieron.

Porque Siu

Cuando las cosas pierden importancia pierden peso
cuando pierden peso flotan
cuando flotan dejan de ocupar un lugar en la tierra
cuando dejan de ocupar un lugar dejan una silla vacía

Esa mañana cuando desperté me tropecé con una silla
y recordé que su ausencia había dejado esa silla
Entonces entendí porqué dolía
las sillas están quietas pero uno puede tropezar con ellas, como las ausencias
las ausencias están quietas pero duelen, como las sillas

Costumbres de ciertas famas No.2

Artículo aquí

Escena recurrente

Dos hombres esperan una señal del otro lado de la puerta para indicarle que debe salir. Mientras los observa vestidos en la etiqueta ceremonial que usan los guardias en esas ocasiones, se pregunta si vale la pena que hagan tanto alboroto por él. Está nervioso, su pierna izquierda se mueve sin su consentimiento, repasa una y otra vez lo que va decir mientras da vueltas alrededor de su tienda. Hace frio, se distrae por unos instantes viendo el aire caliente salir de su boca en forma de vapor, las telas que lo cubren lo mantiene abrigado, piensa en su pueblo afuera soportando el mismo frio sin tanta comodidad. Puede oírlos desde allí, clamando por su presencia, el pánico se apodera de su mente, piensa que fallará como líder, que es solo un hombre, como cualquiera de los de afuera, ¿qué le da derecho a ocupar la silla que lo espera?, ¿acaso las batallas libradas y ganadas son solamente mérito suyo? Su corazón se debilita, siente un escalofrío y el sudor se apodera de su frente, de sus palmas, qué diablos hace ahí.

Un rayo de luz se abre paso por una ventana, el sol ya escaló el horizonte y ahora se yergue orgulloso y expectante. Al ver esto sabe que se acerca el momento, su momento. Debe demostrarle a la gente seguridad y convicción, pero ambas lo han abandonado, no sabe si logrará lo que se espera de él. Lo único que lo acompaña es el deseo de intentarlo, y ese deseo poco a poco empieza a dominar el pánico. Oye ruidos afuera, los guardias abren y hablan con alguien que no se alcanza a ver del otro lado de la puerta. Es hora.

Mientras camina hacia la plataforma acompañado de los guardias, los gritos y voces de la gente se encumbran hasta confluir en un solo sonido. Levanta las manos, saluda y pide silencio, mientras las voces se apagan poco a poco, todas sus dudas se disipan…

La bañera

bañera

Con una bolsa que contiene jabones, esencias, gel de ducha y una hoja de afeitar, entra Alicia al cuarto de baño. Cierra la puerta y luego de ponerle seguro se sienta junto a la bañera y abre la bolsa. Observa minuciosamente las etiquetas de los productos contenidos en ella y va colocando en el banco de madera los que a su juicio harán mejor el trabajo.

Se saca primero la camisa, la tira al piso y con su pie desnudo la empuja contra la esquina de la habitación en donde también van a parar sus jeans y sus bragas. Gira la canilla de la izquierda y por unos instantes sostiene su mano bajo el agua que empieza a caer, luego gira un poco la de la derecha y vuelve a posar su mano bajo el agua, repite esta danza un par de veces hasta sentirse satisfecha con la temperatura. Pone el tapón y el sonido del agua estrellándose contra las paredes de la bañera se apodera del silencio. Recoge su pelo hasta formar un moño sobre su cabeza y lo asegura con una banda de hule que rodeaba su muñeca izquierda.

Alicia se encuentra desnuda, mirando fijamente el reflejo de su cuerpo en el espejo se pregunta porque los hombres la miran tanto cuando camina por la calle. Pocoa poco el vapor lo nubla todo, ya no puede distinguirse en el espejo. Cierra por completo la canilla, vacía el gel y las esencias sobre el agua y desenvuelve la hoja de afeitar. Poco a poco sumerge su cuerpo dentro de la bañera hasta quedar recostada con el agua hasta el cuello y la cabeza descansada contra el borde.

Cierra los ojos, los músculos de su cuerpo se aflojan y se relajan. Los pensamientos en su cabeza se dispersan lentamente hasta que solo queda una idea fija. Finalmente cobra conciencia de lo que tanto la atormenta, es precisamente eso, la capacidad de ser consciente, ser capaz de reconocerse en el espejo, de saber que como usted ahora, ella también lee y sabe que está leyendo, ser capaz de hacerse preguntas, tomar decisiones y justificarlas. Su tristeza se amplifica, siente el agudo rasgar y el escozor, la segunda vez es más fácil. Su tristeza disminuye cuando piensa que su último acto consiente la está haciendo perder por siempre la conciencia.

Costumbres de ciertas famas No.1

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Dos metros por seis metros mide el espacio en donde esta fama pasa la mayor parte del día. Convive con una irritante máquina caliente que imita y escupe papeles, y que ocupa más de la mitad de su ridículo hexaedro. El cronopio llega siempre temprano para burlarse de cómo la máquina escupe lo que la fama le da de comer. La fama observa con desprecio al cronopio mientras embute papeles en la boca hambrienta de la máquina.

Este ritual puede durar varias horas hasta que la fama se frunce a tal punto que solo queda un hombrecillo de gafas despreciable capaz de convertir al hexaedro en una alberca roja con tal de no tener que soportar las burlas del cronopio.

Comportamientos como este se repiten incansablemente en los que solo varían los tamaños de los polígonos, la obesidad de las famas y el alimento de las máquinas. (Se sabe de algunas por ejemplo que solo ingestan ratones)

Me asusto (prefiero andar en aeroplanos)

Siempre dando vueltas. Creo que me la paso más tiempo sobre las curvas que en las rectas. No estoy seguro que quiere decir eso, pero si me lo permiten, se me antoja hoy que esto podría hacer parte de una incipiente semilla por acontecer. Lo mío no es regar, eso no es nuevo.

Creo que pasan muchas cosas y me asusta ver que lo más sorprendente sobre esta pantalla es un mensaje pendejo que emerge de la parte inferior derecha indicando que una tal “Linis de noche, linis de día” se acaba de conectar. La soledad esquiva de los días llenos de seres en los buses y en las oficinas opaca y entristece la esencia anterior. De hecho, ese anterior es melancólico y acecha sigiloso, como las serpientes que duran horas inmóviles esperando a esa ingenua presa de los días en articulados.

El tiempo es veloz, dice la canción. Las noches se me antojan lentas. A mí se me antoja antojarme seguido. Se me antoja que esta es la razón de mi modorra. Es más eficiente andar en aeroplano, sobre todo cuando en estos tiempos fugaces le dan tanta credibilidad a los físicos. Yo en mi silencio cambiaría todo por un camino, por usar mi tiempo a merced de mis pasos y estos locos de siquiatra queriendo doblar el tiempo para ahorrarse espacio. ¿Puede haber un necio -como insulto, no como los de Erasmo- más grande que aquel que busca ahorrar?

Es muy egoísta mi postura y les pido exploten la comprensión que nos da la amistad desinteresada. No me ofendo si se aburren y desisten. Ustedes, lejos, buscando un punto de convergencia con el “todo pasado fue mejor”, con el recuerdo infame infantil ínfimo. Y yo me cierro en unas letras tan pretenciosas por lo enredadas, como inocentes en los fines. Nada cambiará en las cercanías.

No hay punto, tal vez ese es el punto, o son los tres seguidos. ¿Nunca se han preguntado cómo sería el turbio recorrido de los sueños cuando la mente apenas brota? Creo que a medida que continúe este andar por lo etéreo de lo real y los años empiecen a marcar mis costumbres, perderé esta sutil e inútil capacidad de no decirles nada. Me asusto.

Autor invitado: Daniel Ospina

Hasta mañana tengo plazo de vida

En la tarde de hoy empecé a tener una sensación inusual pero familiar; algo así como una opresión en el pecho muy similar a la que se siente cuando se está ansioso aunque agregándole a la vez lo que se siente cuando se está triste. Pensé que el motivo de todo esto podía provenir de la falta de sueño o del exceso de café, ya que no me podía imaginar otro motivo para estar en ese estado.

Finalmente cuando llegué a mi casa y viendo que mi familia se había apoderado de mi lugar usual en la mesa del comedor debido a un emocionante juego de cartas, decidí pasar esos minutos de descanso en la sala. A mis pies se encontraba el periódico que anunciaba las noticias del día y que tenía como titular los múltiples oros obtenidos en los juegos olímpicos por el nadador norteamericano. Tome el periódico y empecé a ojearlo, cuando en un recuadro en la esquina izquierda de la página 2 encontré la razón a mi incómoda situación.

Todo se trataba de mi cuerpo tratando de recordarme  un lugar tristemente familiar  perdido en los recuerdos del pasado. El recuadro ponía lo siguiente “Jaime Garzón, nueve años después”. En seguida vino a mi mente el recuerdo de ese viernes en el que lo asesinaron, el sabor salado de mis lágrimas, el vago recuerdo de las manos que sostuvieron durante largo tiempo mi cabeza, y lo que escribí esa noche con un corazón inocente lleno de rabia y que leí ante mis compañeros del colegio un lunes durante la formación en las mañanas que acostumbraban los curas:

“Libertad… suena bonito, suena tan bonito que uno llega hasta a creérselo, eso de que somos libres para decir lo que queramos y de pensar como queramos, pero cuando vemos la realidad, nos damos cuenta de que esto es solo un sueño, porque si lo hacemos nos matan.

Sí, nos matan, como hicieron con uno de los mejores Colombianos, uno que si luchaba por su país, que si lo respetaba, que si lo quería. Ese era Jaime Garzón, el que no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba a quien fuera, el que con su humor trataba de demostrarnos que nuestra nación estaba herida, el que nos inyectaba ganas de hacer algo por ella, el que peleaba, gritaba y pataleba por su casa, por su país, por su Colombia… el que mataron.

Yo, con mis 17 años era uno de los que creía en eso de la libertad, que podía dar mi propia opinión acerca de las cosas y que la gente lo respetaría, que podía hacer algo bueno por el país que llevo en el alma y que muchos han olvidado, que podía jugar de local sin miedo al otro equipo, porque tenía atrás una hinchada de colombianos apoyándome todo el tiempo, pero como en un partido difícil, la gente se tapa los ojos para no ver lo que pasa, o peor, se van del estadio por miedo a perder el partido, sin embargo yo sigo aquí ante todos ustedes,  sigo jugando, porque por una extraña razón sigo creyendo esa patraña de que somos libres, y de que somos colombianos, y si por esta razón nos matan, entonces espero que nos maten a todos”.

Pienso ahora en estas palabras, en lo que quería decir detrás del dolor, y creo que mi mensaje era tan valido hace nueve años en ese patio como lo es hoy en este blog. Así que me tomaré el atrevimiento de pararme, ahora al frente de ustedes, y gritar estas palabras que han estado en el aire durante tanto tiempo.

Miren lo que nos quitaron, mire como nos lo quitaron, ¡miren!… no cierren los ojos.

Hombre prejuicioso se humilla por dos

La semana pasada estuve en el Campus Party de Colombia, un espacio de una semana para los amantes de la tecnología y el mundo virtual. Aunque no pude estar todo el tiempo (había conferencias y eventos toda la semana a todas horas), pude ir en un par de ocasiones.

Una de las múltiples atracciones de este evento era la exhibición de la mesa interactiva de de Björk, así que partimos en su búsqueda. Yo no me atrevía preguntar por pena, de que se trataba esa vaina. Me imaginaba una mesa, en un material muy sofisticado como aluminio ultraligero, en donde Björk colocaba, de manera muy interactiva por supuesto, los micrófonos y los diferentes vestidos que intercambia durante sus conciertos. También pensé que podría ser una mesa de ping-pong o de futbolito que me parece son bastante interactivas también. Durante nuestro recorrido nos encontramos con diferentes mesas, a las cuales yo señalaba pensando orgullosamente que la había encontrado, y me respondían cosas como “no, esa no es, esa es la mesa de perros calientes”. Entonces me empezaron a explicar en que consistía, así que baje la cabeza avergonzado por haber sido descubierto y puse atención. Finalmente y después de muchas vueltas nunca encontramos la reactable table (¡jaja como la ven!) pero encontramos algo parecido.

Unos pelaos colombianos se inventaron su mesa interactiva también. Se trataba de una mesa (esta si era de madera) con un mantel plástico de cuadros blancos y rojos que la cubría. Asegurado a la mesa había un molino de maíz que me recordaba las visitas a la casa de mi abuela cuando era pequeño, y sobre la mesa había dos exprimidores de naranjas con sus respectivas rodajas exprimidas y al otro lado de la mesa, una báscula. De cada uno de estos artilugios salían cables que pasaban por aparatos electrónicos que ni siquiera intentaré describir, para terminar finalmente en unos parlantes. Hasta el momento un puesto de jugo de naranja. Lo interesante de todo esto era que cada vez que movías las cáscaras sobre los exprimidores o le dabas giros al molino, diferentes sonidos acompasados y rítmicos salían de los parlante, muy al estilo de mesa que utiliza doña Björk. Así que abandoné el lugar satisfecho por el hallazgo. Caminé un par de minutos cuando la malicia indígena que corre por mis venas me hizo dudar del instrumento. ¿Será que me están mamando gallo?, ¿Será que los sonidos están pregrabados? Me pregunte malhumorado, y regresé dispuesto a exponer la malintencionada farsa. Miré con ojos de desaprobación a los pelaos quienes amablemente presentaban su invención, y hasta moví una de las naranjas sin previo aviso para demostrar mi teoría, ¡¡¡¡¡aja!!!! Exclame con mis ojos abiertos y mi dedo acusador señalando a uno de los muchachos, pero la naranja sonó. Entonces sentí vergüenza por segunda vez en el día al probar que efectivamente el sonido provenía de la interacción con los objetos de la mesa y abandone el lugar rápidamente pensando en lo prejuicioso que esta sociedad me ha vuelto.

Fotos: Cortesía de Campus Party, Norma Peña.

y de oir que?

En Bogotá estan pasando cosas musicales muy interesantes. Hasta yo, que no me asomo ni a la puerta de mi casa, he oido vainas muuuy interesantes.

Tengo dos ejemplos. Pablito, que se sentaba atrás de mi en el colegio y que tenía una guitarra toda golpeada por pupitres y libros de texto, se perdió por unos años y cuando lo volví a ver había cambiado la guitarra (que tocaba con dedos temblorosos e imprecisos) por un saxofón q brillaba bajo el sol. Yo pensaba que lo del saxo era para chicanear porque nos encontrábamos en un colegio donde estudiaban unas niñas que nos gustaban y a donde íbamos para hacer una ponencia acerca de Cortázar. Pero el Pablo se echó un solo dizque de Parker que me dejó con la boca abierta. Desde esos días no lo he vuelto a ver, pero hace poco me encontré con su música y tuve que cerrar la boca de nuevo.

El otro ejemplo son unos pelados que bien podrían estar jugando nintendo en la casa de uno de ellos (como me pasa a mi), pero que en vez de eso andan haciendo cosas que suenan como si jethro tull tocara con Spinetta y los gaiteros de San Jacinto. Se hacen llamar Baobab, música para mascar chicle.